Las cuatro columnas

Entonces recibimos luz y visión para construir la sociedad comunitaria cristiana; un pueblo formado por hijos de Dios en todas las áreas, edificándose sobre la Roca que es Cristo y Su inmutable Palabra, pero con cuatro columnas principales, que forman las esquinas maestras del edificio y que lo sostienen sólidamente, soportando grandes dimensiones.

· La primera y principal de todas, pues da sentido a las demás, es la del EVANGELISMO. Se edifica como cumplimiento de la Gran Comisión a todos los creyentes, según Marcos 16:15 «Y LES DIJO: ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO A TODA CRIATURA» para que puedan recibir la Salvación, si aceptan a Jesucristo como su Señor y creen en Él, esta columna, la estamos continuamente levantando al evangelizar a todos los jóvenes, aunque fundamentalmente marginados y a través de ellos, llegar a sus familiares. Por cárceles, hospitales, universidades, y colegios; por las calles y las casas; con campañas evangelísticas e incluso con cultos en las plazas; por la radio con diferentes programas; mediante la edición de revistas; con actividades teatrales y musicales, e incluso deportivas y, en definitiva, con todos los medios legítimos a nuestro alcance y en todos los sectores de la sociedad.

· La segunda es la del DISCIPULADO, porque de poco sirve hacer convertidos que, después, sólo vivan para sí mismos, cayendo en el rito religioso, y sean incluso de más tropiezo que los incrédulos, mientras que el Señor necesita multitud de obreros, porque la mies es inmensa y los trabajadores dispuestos al sacrificio por ella, son pocos y porque Jesucristo No dijo que hiciéramos convertidos, sino que fuéramos e hiciéramos discípulos a todas las naciones: Mateo 28:19: «POR TANTO, ID, Y HACED DISCÍPULOS A TODAS LAS NACIONES, BAUTIZÁNDOLOS EN EL NOMBRE DE EL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO». ¿Cómo lo haremos? pues no nacen discípulos hechos al convertirse a Cristo y recibir el nuevo nacimiento. En Mateo 28:20 nos dice el Señor cómo: «ENSEÑÁNDOLES QUE GUARDEN TODAS LAS COSAS QUE OS HE MANDADO; Y HE AQUÍ QUE YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO, AMEN». Todas las cosas, dice el Evangelio completo, sin quitarle ni añadirle nada, como hacedores de la Palabra y no tan sólo oidores.

Personas en las que el Verbo se encarna por Su Espíritu y se transforman en palabras vivientes, en lámparas llenas de luz, en la sal de la tierra, que concuerdan con sus hechos, lo que han recibido al aceptar al Señor y a Su palabra.

Alumnos que fielmente se esfuerzan en seguir al Buen Pastor en Sus pisadas en Sus Enseñanzas, y que se dejan perfeccionar, corregir, disciplinar e incluso castigar por el Maestro, Quien sigue queriendo cumplir Su plan creacional del principio: Hacerlos a Su imagen y semejanza, para llevarlos a Su estatura de Santidad y de Sabiduría. Discípulos que están dispuestos a dar la vida por su Señor, como El la dio por ellos, y que, para conseguirlo, aceptan negarse a sí mismos y tomar cada día la cruz asignada por el Señor, el yugo adjudicado para el santo propósito, y seguirle al monte Calavera, para allí morir con Él (Lucas 9:23). Como decía Pablo: «OS ASEGURO HERMANOS, POR LA GLORIA QUE DE VOSOTROS TENGO EN NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE CADA DÍA MUERO» 1ª Corintios 13:31. Porque: «SI MORIMOS CON CRISTO, CREEMOS QUE TAMBIÉN VIVIREMOS CON EL EN SU RESURRECCIÓN». Romanos 6:8. Discípulos que renuncian a todo lo que poseen para comprar la perla de gran precio, el terreno con el tesoro escondido (Mateo 13:44-46). Que por nada ni por nadie mirarán hacia atrás, sino que cogen el arado y sólo ponen los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, y están dispuestos a aborrecer padre, madre, esposa, e hijos por Su Causa.

Discípulos valientes, que no huyen del vituperio por causa de la verdad y de la justicia, por causa de Cristo, pues saben que así son bienaventurados.

Alumnos que aprenden a castigar el cuerpo y, mediante el Espíritu, hacen morir en ellos las obras de la carne, para vivir en santidad.

Siervos fieles, que reconocen su inutilidad y que dan toda la Gloria y la Honra al Señor, buscando, por tanto, aprender sin cesar de la Mansedumbre y Humildad del Maestro, no robándole nunca el Honor que sólo a Él corresponde y contentos con ensalzarle y glorificarle en todo tiempo, sin afán de protagonismos personales. Solícitos, consecuentemente, en guardar la unidad del cuerpo, aunque sea a costa de permanecer en el anónimo o de ocupar en Él partes no prominentes; buscando siempre servir y no ser servidos; llenos de amor Ágape, sacrificial, que nunca detienen su mano y que, sin cesar de dar, no piden nada a cambio, satisfechos de tener el privilegio en Cristo Jesús de ser pobres y enriquecer a muchos.

Alumnos austeros, que no caen en la tentación y lazo de anhelar riquezas terrenales, porque saben que: «RAÍZ DE TODOS LOS MALES ES EL AMOR AL DINERO, EL CUAL, CODICIANDO ALGUNOS, SE EXTRAVIARON EN LA FE Y FUERON TRASPASADOS DE MUCHOS DOLORES». 1ª Timoteo 6:9-10. Estos otros, se desvían vergonzosamente en el escándalo doctrinal de la teología de la prosperidad, que justifica la posesión de lujos y de riquezas terrenales para satisfacción carnal propia, pretendiendo compatibilizarlo con ser hijo y hasta siervo de Dios. Discípulos que tienen bien claro que no se puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas, por lo que, estimando el dinero como bueno para todo, no se apegan a él, sino que, recibiendo abundancia de todas las cosas por la Gracia Divina, lo dan de gracia, como fieles mayordomos de las cosas pequeñas que son invertidas, honesta y sabiamente en la Obra de Su Dueño, en el Reino de los Cielos, produciendo el máximo rendimiento estando mientras, contentos con tener sustento y abrigo (1ª Timoteo 6:8).

Obreros diligentes, que producen al 100% de su capacidad, teniendo siempre buen ánimo para trabajar con las manos, tanto en lo natural como en lo espiritual, siguiendo el ejemplo de Pablo de soportar fatigas y desvelos (Trabajando aún por las noches), para no ser carga a nadie y no comer de balde, pero sí tener con que alimentarse a sí mismos, a los suyos, y a muchos necesitados, porque: «SI ALGUNO NO QUIERE TRABAJAR, TAMPOCO COMA» 2ª Tesalonicenses 3:10.

El lema que permanece en nuestras comunidades desde el principio es: ORA ET LABORA. Hemos observado que los que no son fieles en el trabajo natural, en lo poco, tampoco lo serán en lo mucho, en el ministerio, por lo que huimos de los señoritos superespirituales, de la Biblia debajo del brazo, que no friegan platos, ni barren las cocinas, ni limpian las cuadras, ni construyen edificios, etc…, sino que viven como oidores y habladores de la Palabra, pero no hacedores, que nunca se ciñen la toalla para lavar los pies de sus hermanos, sino que buscan siempre, como con derechos vitalicios, el ser servidos, en lugar de servir, que es lo que hizo y enseñó Jesús.

Esforzados obreros que trabajan porque:

1) Tienen dignidad laboral o amor al trabajo, no considerándolo como deshonroso o para inferiores, ni como una maldición, pues Jesús dijo: «…MI PADRE HASTA AHORA TRABAJA Y YO TRABAJO» Juan 5:17. Trabajar es nobleza.

2) Porque tienen carga por las necesidades de la Obra del Señor y de los pobres de este mundo. Tienen la RESPONSABILIDAD o capacidad de responder al angustioso grito del hambre en el mundo, tanto biológica como espiritual, y de la miseria. Tienen tal compasión por sus semejantes, que no pueden quedarse quietos ante sus sufrimientos.

3) Porque tienen espíritu de sacrificio y están dispuestos a maltratar su cuerpo esforzándose y gastarse hasta morir, sabiendo que así bendicen a las naciones, como trabajadores del Rey del Universo: Jesucristo.

4) Porque tienen gozo, buen ánimo, entusiasmo, y llenos de energías, de fuego del Espíritu Santo, lo vierten en ser activos en la praxis, manteniendo así, con las obras, viva la fe que por gracia recibieron de Cristo.

5) Porque son obedientes al Padre, Quien les ha dicho, claramente, que trabajen hoy en Su viña. Mateo 21:28-31.

6) Porque quieren mejorar en Sabiduría, en experiencia, en tecnología, en ciencia, tanto natural como espiritual, para luego transmitirlo a otros y para ser más eficaces cada día.

7) Porque son humildes y disfrutan formando equipos con otros hermanos, en la hermosura de la solidaridad, en el poder de la unidad y en el entrañable afecto de la convivencia fraternal y de sincera amistad.

8) Porque usan sus talentos, creativos e imaginativos, para bendición mutua y para realización personal en utilidad auténtica, sabiéndose parte importante de un plan perfecto y maravilloso del Arquitecto del mundo: Jesús.

Discípulos perseverantes que nunca retroceden y que avanzan corriendo cada día hacia la meta, para no perder, por ningún concepto, la corona del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Hombres y mujeres pacificadores, que unifican a sus semejantes, juntando los rebaños, aplacando iras y contiendas con palabras mansas, y con la mejilla dispuesta a recibir el agravio, para bien de otros; mensajeros de paz que inundan de bienestar por donde van.

· La tercera columna es la OBRA SOCIAL CRISTIANA, que consiste en dar frutos prácticos del Espíritu Santo, realizando las buenas obras que Dios ya tiene preparadas de antemano para que hagamos, no porque por ellas seamos salvos, sino porque muestran la sinceridad del amor, mantienen viva la fe, por la cual sí somos salvos, y porque son indispensables para cubrir necesidades, miserias y aflicciones del género humano.

Si los cristianos hubieran mantenido el equilibrio en la historia, entre la fe y las obras, lo espiritual y lo natural, dando de comer al hambriento, vistiendo al desnudo, etc… el diablo no habría tenido la alternativa con el comunismo, que se amparó en una supuesta justicia social distributiva, para arrastrar con ello a millones de personas al ateismo, especialmente a los pobres, a quienes principalmente vino Jesús.

Se declaró que Dios había muerto y aunque seguía vivo, no se manifestaba Su Vida en los hombres a través de Sus siervos, porque éstos habían caído en la frialdad de la religión ritual, habiendo abandonando las manifestaciones genuinas de la verdadera piedad, salvándose de esta catástrofe revolucionaria el país de Inglaterra, porque vivía un avivamiento espiritual lleno de generosidad y obras sociales (como el famoso Ejército de Salvación, entre otras muchas).

Hoy, el diablo vuelve a tomar la iniciativa por idéntica razón, aunque con diferente bandera: El Humanismo. Disfrazado de luz y más sutil que la anterior, esta filosofía diabólica proclama que el único Dios que existe es el hombre y que la bondad humana puede arreglar el caos mundial de hambre y miseria, creando gigantescas asociaciones humanistas, que, por orgullo, hacen lo que nos correspondería hacer por amor a los cristianos. Incluso, algunos gobiernos envían millonarias ayudas a países necesitados, en un despertar de solidaridad humanista que entraña suprimir del género humano todo concepto de pecado y de condenación o salvación.

La obra social que ha de hacer el Cuerpo de Cristo en la tierra, debe ir pareja al evangelismo y ha de ser de unas dimensiones inmensas, pues la necesidad es galopante y por ella, se consumen muchas almas, vendiéndose al diablo y maldiciendo a Dios por su situación, cuando los cristianos somos solidariamente responsables, como enviados a ellos por Jesucristo, para prosperarles y bendecirles, sacándoles de su miseria, para que vean que Dios les ama y se preocupa por ellos. ¿Qué lo haga Dios mismo? El se ha limitado a obrar por medio de Sus hijos que somos Sus embajadores.

La justicia social distributiva es enseñada en la Palabra de Dios, según dos factores: Se debe repartir a las personas, en primer lugar según su necesidad, porque dar algo a alguien que no lo necesita. En segundo lugar, según sus méritos, pues el que siembra escasamente, ha de cosechar escasamente y viceversa, por lo que a mayor mérito (Virtudes, entrega, sacrificio, etc.), corresponde mayor distribución, porque sabrá administrarla mejor y como premio equitativo a su dedicación (como en el Reino de los Cielos, en donde habrá un reparto de coronas diferentes).

Hay tanto que hacer, que no podemos pasarnos los días reuniéndonos a engordar en los cultos, cultivando nuestro intelecto religioso y haciendo enramadas espirituales, para ser ovejas que, por su grosura, ni paren ni empreñan, ni dan leche, ni dan nada, y que, más bien, son estorbo y tropiezo en el plan de Dios de avanzar hasta lo último de la tierra.

Multitud de seres humanos están atrapados en el mundo por las drogas, el hambre, la violencia, la prostitución, la homosexualidad, la depresión, la soledad, las enfermedades mentales, la delincuencia, y toda clase de miserias que y utiliza el diablo para marginar de Dios a los seres humanos, oprimiéndoles y enterrándoles en vida en su oscuridad y desesperanza, ¿Quién les rescatara?

Por otra parte, si somos pescadores de hombre, hemos de aprender a pescar con el mejor cebo, que es el amor sincero, Ágape, compasivo y generoso, dándonos por entero, material y espiritualmente, a los hambrientos y sedientos y, de seguro, que en estos bancos de peces humanos, gran número de ellos morderán el anzuelo alegre y confiadamente. Cuando los jóvenes testifican de su conversión, coinciden en su mayoría que llegaron a los Centros, llenos de incredulidad y duros de corazón, pero que, al encontrar en nosotros un amor puro y desinteresado, sin trampa, transparente, que perdona día a día, que nunca imaginaban que existía en este mundo superegoísta, fueron bajando sus barreras de desconfianza y perdiendo su agresividad, para abrir sus corazones a Aquel que producía tal amor en nuestras vidas y, así Jesús entraba en ellos para transformarles de la ruina a las riquezas celestiales, de la esclavitud a la libertad, de la maldad a la Santidad, de la condenación a la Vida Eterna, de la enfermedad a la salud, haciendo de ellos templos vivos del Espíritu Santo.

Son absolutamente necesarias las obras sociales de los cristianos, como testimonios, porque hoy en día, más que nunca, la gente está harta de teorías religiosas y quiere hechos, pues hechos son amores y no buenas razones; como decía Santiago: “…YO TE MOSTRARÉ MI FE POR MIS OBRAS”, Santiago 2:18.

· La cuarta columna la forma LA ECONOMÍA DEL REINO. La construcción de las cuatro columnas es muy costosa económicamente, en especial la Obra Social y, aunque Dios no tiene problemas con el dinero, sino con las personas que en su libre albedrío se resisten a Su Voluntad, y podría hacer llover sobre Su pueblo monedas de oro en lugar de lluvia, de la misma manera que envió maná a los israelitas en el desierto, no le agradan los vagos y no estamos en el desierto hoy día, sino rodeados de inmensas posibilidades de obtener, legítimamente, aunque con duro trabajo, el maná de cada día, para suplir a todos los necesitados que acudan a Él

Nosotros somos el cuerpo de Cristo y miembros los unos de los otros y la superficie que ocupan en el cuerpo, la boca, la nariz, los ojos y los oídos que encarnan los ministerios principales, es muy pequeña comparada con el resto del cuerpo y, por lo tanto, son pocas las células que los componen, mientras que los brazos, hombros, espaldas, piernas, manos y pies, etc…., forman la mayoría de la extensión del cuerpo y aunque no son cara, no dejan de ser importantes y necesarios. Pero, lo que pasa, es que en el Cuerpo Místico de Cristo hay mucha cara y todo quieren estar en la boca, produciendo un engendro de bocaza que se lo traga todo; o nariz de elefante, trompa discernidora de los errores doctrinales u olfatómana, de oler demonios por todas partes; o bien, orejas de elefante, que escuchan y archivan sin cesar, probando todo viento de doctrinas, cayendo en confusiones y paralizándose en indecisiones; o bien con ojos tan grandes y que nunca se cierran, que te ven la arruga en la camiseta y la mancha del calcetín, asfixiando a todo el que entra en su amplísimo campo visual.

El Señor quiere formar con nosotros un cuerpo armónico, equilibrado y hermoso, en el que no todos están llamados a estar en la cara, pero sí lo están todos a servir al Señor, según los talentos que recibieron, tanto naturales como espirituales; de tal forma, que pueden ser carpinteros, fontaneros, albañiles, médicos, abogados, etc… y serlo para y por el Señor, no trabajando en estos oficios por la comida que perece y por la nómina a final de mes, «…SINO POR LA COMIDA QUE A VIDA ETERNA PERMANECE…». Juan 6:27, como copartícipes de la extensión del Reino de los Cielos, edificando escuelas, clínicas, residencias de ancianos, comunidades, o participando en empresas cristianas, en las que el único accionista es Cristo, para generar bienes que financien la construcción de las cuatro columnas por todo el mundo.

Hay tres clases de empresas en el mundo: Las diabólicas, propiedad de los incrédulos, cuyos beneficios se dedican a aumentar los males del mundo (despilfarros, perversiones viciosas sin número, sobornos, abusos de poder, etc…). En segundo lugar, la de cristianos, que pertenecen a convertidos que viven aún bajo la ley y diezman y ofrendan con sus beneficios, pero que andan estrechos y escaso para Dios. En tercer y último lugar, las empresas cristianas, que pertenecen 100% a Cristo y Suyos son, por tanto, todos sus beneficios para desarrollar Su Plan: Estas últimas, son las que hemos decidido emprender, para financiar la Obra del Señor, pero siempre con su gerencia continua sobre ellas, pues: «SI JEHOVÁ NO EDIFICARE LA CASA, EN VANO TRABAJAN LOS QUE LA EDIFICAN; SI JEHOVÁ NO GUARDARE LA CIUDAD, EN VANO VELA LA GUARDIA». Salmos 127:1. Jesucristo como Presidente de estas compañías y como único accionista, es el que ha de dirigirlas, para generar, entre otras maneras, la provisión en favor de la visión que nos ha dado.

Así, con esta amplia visión, orando al Señor en cada paso y pidiéndole perdón cuando no le consultábamos, impulsados por el entusiasmo y la presunción juvenil, que se mezclaba casi imperceptiblemente con nuestra fe, iniciamos la construcción del edificio, sobreedificando con las cuatro columnas como directrices y sobre el único fundamento estable que es Jesucristo, utilizando para ello oro, plata y piedras preciosas, aunque a veces, con algo de hojarasca y de madera que pronto se quema y ha de ser reemplazado, pero, con la completa seguridad que da la fe de que el Arquitecto que nos dirige es Jesucristo.