Lo único que Dios requiere para enviar ese fuego es un lugar seco, es decir, un corazón sediento. Por eso, queremos cerrar esta enseñanza invitándote a hacer esta oración: “Señor, dame un corazón sediento, al cual Tú puedas saciar; un corazón seco en el cual Tú puedas poner Tu fuego.