Todos los que queremos seguir a Cristo tenemos nuestras luchas contra la carne. Para algunos las luchas son contra la ira y el enojo, otros luchan contra el temor y la inseguridad, otros contra la duda; pero lo importante no es la lucha en sí sino el resultado de la misma, pues es el resultado de esa batalla lo que nos identificará como cristianos vencedores o como incrédulos perdedores.