Algo que debe quedar claro es que el ojo natural no puede ver las cosas celestiales. Dios está en todas partes; sin embargo, el pecado ha cegado los ojos de los hombres para que no le vean. Los mismos hombres son malos, culpables, caídos; sin embargo, no ven sus propias heridas, contusiones y llagas sucias que hay en sus almas.