Dios prometió a Abram hacer de él una gran nación y ser puerta para la bendición y para la maldición. Es interesante ver que a aquellos que le bendigan se les volverá esa bendición sobre ellos y los que le maldigan, la maldición. Dios sigue trasladando esta misma promesa a su pueblo y a sus siervos hasta el día de hoy.