José fue capaz de ver la mano de Dios obrando. Cuando reveló su identidad a sus hermanos, José habló del pecado de ellos de esta manera: «No os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros…no me enviasteis acá vosotros, sino Dios» (Génesis 45:5, 8).