Cuando usted es misericordioso, está dando a otros lo que Dios le ha dado. ¿No se alegra de que Él no castigue de inmediato cada pecado que usted comete? Recuerde, entonces, que Dios quiere que le confíe todas sus heridas.
También quiere que trate a los demás (incluso a sus enemigos) como quiere usted ser tratado —con misericordia.